Tuvimos una gran despedida, con llantos y muchas advertencias de que nos cuidemos... ah, y de que no perdamos el tren pues lo esperábamos por un anden y estaba escondido en otro. Al fin lo tomamos. 25 horas en clase turista, con familias enteras con celulares último modelo y parlantes que despilfarraban cumbia y regetton. Creo que ya me se de memoria algunas canciones, aunque en un momento pude abstraer mi mente hacia el silencio.
En Tucumán pase por la puerta de la casa de Tucumán. Es la cuarta vez que llego en tren y la primera que voy hasta ese lugar. Tal vez la próxima entre, tal vez no. Mi duda es que si es tan importante ese lugar, ¿por qué carajo cobran entrada?.
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